Para conocerlo vamos a uno de los pueblos donde vive, en Kawaguchico, a 100 km de Tokyo. Es curioso, tiene un toque alpino, aunque está lejos de Suiza. Trenes, farolas, alcantarillas...se acuerdan de él.
Hemos alquilado una bici y circunvalado uno de sus lagos. A veces es algo tímido y no se deja ver. Cubre su cabeza con nubes y sólo cuando él quiere nos permite observar alguna parte de su cuerpo. Pero vale la pena la espera. Cuando se va a dormir nos deja ver su espectacular y gran silueta.
Al día siguiente hace sol. Está contento y lo conocemos totalmente. Decidimos subir a una montaña vecina para verlo mejor, pero conforme pasan las horas empieza a hacer frío y a llover y decide envolverse de nuevo en su manto de nubes blancas.
Pasamos el día intentando disfrutar de sus pequeños despistes y observar cómo sus arenas volcánicas juegan con las últimas nieves del invierno.
Es el Fuji Yama, la montaña más emblemática de Japón.
3 comentarios:
Cada día se os dan mejor los verbos, caraio! Mi primo erl Xavi se va convertir en Juanito el caminante! Se le ve cansado.jaja
Mola mucho esta zona o por lo menos lo contáis diferente...
Un beso gigante a los tres desde mañolandia!!
Carai que poètics. Això de Japó us està obrint noves facetes no conegudes.
Serà perquè és la setmana de la poesia a Barcelona?
Que, que rebonic
Esther
Cuando se entere el JR que no lo has subido, te denuncia¡¡
Venga que ya queda menos lejos la patria de Espriu¡¡¡
Publicar un comentario